Bajo los laureles soporíferos de la democracia, o
dentro de las personas que son pirámides pero que
pueden ser muy otra cosa,
tu corazón tensaría las cuerdas en pos de la memoria.
Allí nosotros, la gente, nos aburrimos:
miramos la pulsera de fuego, sembramos semillas huecas
en los zapatos derechos e izquierdos.
Por las noches, puertas adentro, alguien clama por piedad.
Alguien apuñala en silencio y mira fijo.
De fondo un televisor que dice: En este país sobran los magos.
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