Mastica el arcoiris con los párpados.
Afirma que la ley es un lugar vacío, un hueco,
el corazón dislocado de los hombres.
La incapacidad de los triángulos de elegir su ángulo favorito
es notable, señala. Pronto,
los semáforos irán de rojo a verde sin tibio mediante.
Se desenrolla como un papel higiénico.
No, no es tan simple.
Su segunda naturaleza, el tatuaje, lo vuelve posible.
Mira con los ojos, ojea con la mirada
surca poemas que garabatean escritores impotentes
deseosos de más manos, de más dedos y más hojas.
Qué desperdicio.
¿Cómo no defraudar?
El hombre del que les hablo hace y no para.
Más bien, el hombre del que les hablo hace para
o no hace en absoluto.
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