Literaturgia

Todo ser humano tiene en su interior, en su alma / un sonido bajito, su nota / que es la singularidad de su ser, su esencia / Si el sonido de sus actos / no coincide con esa nota / esa persona no puede ser feliz - SOFIA PROKOFFIEVA

lunes, 21 de septiembre de 2009

La mirada

I

Sentado en el suelo de la ducha, se bañaba. De trasfondo, la radio le acondicionaba su meditabunda posición con un pesado y aletargado piano. La lluvia estaba tibia, sumiéndolo en un profundo estado de ensueño, mas cerró los ojos pensando en cosas, en cualquier cosa, y no pudo evitar sentir la fugaz sensación de que alguien lo miraba fijo; con los ojos cerrados, determinó que era una locura y que obviamente al abrir los ojos, él ya no estaría.


II

Sin embargo, sus deducciones se tornaron un tanto más calculadoras; de hecho, al saber de sobremanera que al abrir los ojos el sujeto ya no estaría, los mantendría cerrados y le daría la oportunidad a aquél potencial ser extraño para matarlo o tal vez sólo para que lo siga mirando. Como quien proyecta, cauteloso, sus estratégicas jugadas de ajedrez, prosiguió concatenando instancias lógicas; mientras, el agua comenzaba, lentamente, a enfriarse.


III

De hecho, pensó aterrado, y por el contrario, si decidía abrir los ojos (por estratega o por simple cobarde de sus propias cavilaciones) el sujeto probablemente ya no estaría frente a frente con él, pero sí sabría que fue medianamente descubierto y por lo tanto se escondería mejor hasta que pueda estrangularle luego con mayor comodidad y belleza.
Allí estaría frito, ya no le escaparía al asesino. El agua fría provocó que comenzara a estornudar frenéticamente primero y luego a tiritar. Sus ojos amagaban con abrirse por la presión del agua congelada que los martillaba. Hizo un esfuerzo por mantenerlos cerrados, por su propia seguridad y para despistarlo también.


IV

La angustia y ansiedad desgarraron la cortina negra de sus párpados y abrió los ojos. Y lo vio: el toallón blanco colgado sobre un borde, esperándolo para secarlo al salir. Mientras salía de la ducha, observando su momentánea rugosidad en la piel, y se secaba rápidamente para sacarse el frío de encima, escupió una pequeña risita, mezcla de auto burla y resabio del nerviosismo que padeció minutos antes.
De la nada, la radio se apagó a metros de él y sin que su dedo se lo indicara. Pasó de sacudirse rítmicamente con el toallón a quedarse inmóvil. En silencio, se miraba a sí mismo en el espejo, con los ojos muy abiertos, rígido.
Seguro se gastaron las pilas.

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